Esa maldita ventana abierta… (Picón de Sierra Morena)

Esa maldita ventana abierta Antonio Fco BazaHay recuerdos que se te quedan marcados desde la más tierna infancia y ya no te sueltan en toda tu vida. A mí me sucede esto con una maldita ventana abierta por la mañana temprano en pleno frío invernal. Yo nací y me crié en el bastetano barrio de las Sierras. En Baza sabemos que de clima mediterráneo tenemos poco, que aquí solo hay dos estaciones, la del frío y la del calor, ambas llevadas a la exageración Y no sabría decir si hace unos años hacía más frío que ahora, pero en mi casa sí que nos lo parecía. También es cierto que hoy día los hogares suelen tener más medios de calefacción, mientras que en mi familia teníamos entonces que apañarnos con la lumbre a base de palos de olivo en la cocina y con el brasero en la salita de ascuas y picón. Inolvidable aquello de «Picón de Sierra Morena, el que calienta y no quema» que voceaba por las calles del barrio un señor mayor desde su furgoneta. ¿Que calienta y no quema?  ¿Que no quema? Vaya si quemaba, que una vez metí la mano y vaya tela…. Dos semanas con la mano vendada por quemaduras. Ahí comencé a comprender lo de la publicidad engañosa.

Pues resulta que mis hermanos y yo dormíamos en literas en una habitación que daba paso al cuarto de baño de la casa. Y en las gélidas mañanas de invierno, aún todo oscuro sin amanecer, nos despertaba una sensación de frío atroz proveniente de dicho aseo. Y así, durante toda la semana de lunes a sábado. Ni que decir tiene que no nos hacía falta despertador para levantarnos para ir al cole. El caso es que mi padre, albañil toda su vida, solía trabajar fuera, en El Romeral, La Puebla, Águilas, Calabardina, o donde le mandaran. Se levantaba bien temprano y tenía la puñetera costumbre de abrir la ventana del cuarto de baño para comprobar que climatología le esperaba y prepararse para la nieve, la niebla o lo que le fuese a acompañar en su ruta. Y nunca volvía a cerrar  la ventana. Ante el dilema que se me planteaba como hermano mayor de seguir calentito en la cama o levantarme para cerrar la venta una vez que el frío nos despertaba, lo cierto es que unas veces ganó una opción y otras, la otra.

Han pasado  los años y ahora soy yo el que me veo obligado a salir de Baza para ir a trabajar cada mañana. Suerte la mía de tener trabajo en estos tiempos del paro en los que vivimos, aunque meterse desde temprano en carretera tiene su aquel. Y en esta época en la que, para bien o para mal, comienzo a reconocer en mí manías de mi padre, me sigo sorprendiendo al abrir la ventana del cuarto de baño para comprobar qué tiempo hace … pero siempre siempre siempre dejo la ventana cerrada.

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